sábado, 27 de octubre de 2012

El nacimiento a una nueva forma de trabajar partiendo de la realidad.

Hace tres semanas tuve el gusto de participar en unas charlas dirigidas a jóvenes empresarios Europeos en la provincia de Alicante y me encontré que varios de ellos estaban descreídos y desmoralizados. Indagué en la causa y era que habían asistido a seminarios de motivación empresarial que en su momento fue como una inyección de adrenalina y después del seminario partieron hacía su empresa con una dosis de optimismo y ganas de comerse en el mundo. Todos los problemas estaban solucionados solo había que aplicar la actitud optimista y transmitirla a los trabajadores. Se pusieron manos a la obra e intentaron que los trabajadores sintiesen lo mismo. Algunos de ellos, los más pelotas, les siguieron la corriente y forzaban a los demás a tomar esa actitud, creando más discordia entre ellos, otros cansados ya se revelaban en contra y otros tantos tan solo observaban. 

 El resultado que se obtuvo fue una mayor separación entre los trabajadores y empresa ya que la empresa exigía una actitud que no puede ser fingida más que por un proyecto real y que incentive tanto al empresario como al trabajador. 

 Volví a reafirmar que el “optimismo” no es más que el opuesto del “pesimismo” y que como todo opuesto funciona como una balanza y a más se inclina a un lado más se inclinará al otro. Analizamos las bases y pudieron darse cuenta de que el éxito no se obtiene trabajando tan solo en una mitad y en este caso el optimismo impuesto no era más que “una parte” y que el pesimismo como opuesto también tenía su voto y que al apartarlo no hacía más que hacerlo más grande. Optimismo y pesimismo están formados por la misma energía pero con distinto grado. Y a uno le sigue el otro inevitablemente.

Tratamos el tema en profundidad con técnicas que he desarrollado para la Asociación y en tres semanas que hace que terminó el curso 34 de 37 trabajadores han ejercido cambios notables en cuando a la actitud en el trabajo, el rendimiento está ascendiendo, todavía es muy pronto para una valoración real.

Hay una realidad que va más allá de las bonitas palabras del optimismo esto me hizo recordar un cuento que os pongo al final del texto que creo ha de servir de reflexión. Es incuestionable que el sistema ha cambiado y nuestra forma de trabajar e incentivar a la empresa también ha de ser distinta. Se acabaron los empresarios que ven al trabajador como un elemento de producción y los trabajadores que solo ven el trabajo como una obligación para ganarse la vida. Cada vez se cree menos en el trabaja más y trabaja contento cuando en el fondo eres tratado como un objeto de producción, contento o triste, pero un elemento de mano de obra tan solo. 

Es necesario que haya una integración entre el trabajo y la vida personal, que el equilibrio entre ambas sea nivelado al punto en que como un engranaje perfecto la persona de lo mejor de si en todos los aspectos. Una persona feliz es una persona que equilibra su vida laboral y personal, no hay una forma “incompleta” que pretenda que la persona sea tan solo feliz en el trabajo. No somos máquinas que nos desprogramamos a cada sitio que entramos. 

Las horas de trabajo y las condiciones en él, la satisfacción del tiempo que se pasa en casa, con la familia…, son indicadores del equilibrio entre el trabajo y la vida personal y de ahí podemos extraer el índice de equilibrio que nos indicará la felicidad y la productividad en una empresa. No hay mayor incentivo para un trabajador que contemplar la vida personal y colaborar en ella. Una simple y breve apertura a ello cambia significativamente los resultados empresariales.

La integridad de la persona implica los aspectos personales y profesionales y si ambos no son contemplados trabajaremos con seres incompletos que por mucha inyección de adrenalina y positivismo que se les inculque no será más que pan para hoy y hambre para mañana. No hay persona feliz en el trabajo y desgraciada en casa ni viceversa, si los problemas del trabajo afectan en casa y los de casa en el trabajo y la vía de comunicación entre ambos aspectos está cortada será una bomba de relojería para la persona. 

Incentivemos una forma de trabajo más humanitaria que contemple a la persona en su integridad. Realmente es sencillo hacerlo, solo es necesario romper esquemas obsoletos. A veces tan solo son necesarios pequeños cambios que ni siquiera son un costo extra para el empresario.
CUENTO Un director de empresa que acababa de asistir a un seminario sobre motivación llamó a un empleado a su despacho y le dijo: “De ahora en adelante, se le permitirá a usted planificar y controlar su propio trabajo. Estoy seguro de que eso hará que aumente considerablemente la productividad”. “¿Me pagarán más?”, preguntó el empleado. “De ningún modo. El dinero no es un elemento motivador, y usted no obtendría satisfacción de un simple aumento de salario”. “Bueno, pero, si aumenta la productividad, ¿me pagarán más?” “Mire usted”, dijo el director. “Evidentemente, usted no entiende la teoría de la motivación. Llévese a casa este libro sobre motivación y léalo: en él se explica qué es lo que realmente le motiva a usted”. Cuando el empleado salía del despacho, se detuvo y dijo: “Y si leo este libro, ¿me pagará más?”

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